Editado el 20 de febrero de 1985, consagró a Simple Minds, que se resistía a grabarla porque no les pertenecía. Tema principal del filme El Club de los Cinco, es uno de los grandes clásicos de los ‘80 y el más importante de la banda escocesa.

Un golpe seco de tambor, acordes de teclado y bajo y la voz de Jim Kerr advirtiendo: hey, hey, hey, hey!, seguido de un largo “oh/whoa! Así comienza “Don’t You (Forget About Me)”, la canción más rechazada de la historia del rock, la que nadie quería grabar y la que, muy a regañadientes, terminó aceptando Simple Minds.
Nunca una canción hizo tanto por una banda como “Don’t You (Forget About Me)” hizo por los escoceses de Simple Mind porque no solo fue ese hit que sabían que necesitaban y no podían encontrar, sino porque logró destrabar de un modo misterioso el proceso creativo y compositivo que llevó al grupo a su primer gran hit propio, “Alive and Kicking”.
Porque hay que decir algo: “Don’t You (Forget About Me)” no era de ellos y ellos, al menos eso creían hasta ese momento, solo hacían canciones propias. Al fin y al cabo, para mediados de los años ‘80, ellos (ya) eran los Simple Minds. Pero no menos cierto era que aún les faltaba eso. Y eso era ni más ni menos que pegarla en las radios de los Estados Unidos.
Bienvenidos a la historia de “Don’t You (Forget About Me)” , el clásico que, como casi todo clásico, estuvo a punto de no suceder.
Simple Mind: una banda en busca del hit
Formados en Glasgow en 1977, para 1984, los Simple Minds ya tenía editados cinco discos de estudio, dos de ellos de platino y acumulaba seis singles en el top 40. Durante todo ese tiempo, la banda había experimentado con con los diversos sonidos y estéticas propias defines de los ‘70 y principio de los ‘80, del post punk a la new wave.
Los teclados y sintetizadores tenían cada vez más influencia en el sonido de Simple Minds, acaso influenciados por el sonido alemán del krautrock, sumada a la influencia cierto David Bowie de sus años en Berlin y algo de rock progresivo, más cercano al pop que a lo progresivo. Todo muy interesante por cierto, pero demasiado experimental como para caerle en gracia a los oídos (norte)americanos.
Simple Minds, que había sacado su nombre de una frase de la canción “Jean Genie”, de Bowie, se había ganado un lugar importante en la escena de mediados de los ‘80 y, junto a los U2, con quienes aún compartían popularidad, habían desarrollado un tipo de canción que, no mucho tiempo después, llevaría a los irlandeses a lo más alto: los anthemic rock, rock de himnos o épico. O, para ser concretos, canciones de estadio. Esas que sus compositores le guardan al público un lugar destacado de la canción al momento de tocarlas en vivo.
Sin embargo, el éxito conseguido les estaba empezando a quedar corto. Ya habían conquistado el Reino Unido, Europa y buena parte del resto del mundo, pero había que saltar el Atlántico: ya era tiempo de conquistar de una buena vez el mercado (norte)americano. Pero la esa canción para lograrlo.

“Era mediados de los 80 y estábamos a punto de triunfar en todo el mundo, tras haber publicado Sparkle in the Rain (1984). Sin embargo, como les ocurre a muchos grupos británicos, Estados Unidos resultaba difícil de conquistar”, recordaba, para el diario inglés The Guardian, Jim Kerr, cantante, compositor, miembro fundador y, junto al guitarrista Charlie Burchill, único miembro original de Simple Minds. “Lo habíamos intentado. Habíamos gastado un montón de dinero endeudándonos para ir de gira allí y como que pensamos: ‘Esto no está pasando’. No estábamos saliendo en la radio, básicamente”.
Entonces, el manager de la banda, Bruce Findlay, tuvo una idea. En realidad, tuvo dos. La primera era participar de la banda de sonido de un filme estadounidense sobre un grupo de adolescentes rebeldes que son castigados por el colegio secundario al que asisten y deben permanecer encerrados todo un sábado dentro del colegio a modo de castigo. El filme en cuestión era nada menos que The Breakfast Club, estrenada en Argentina como El Club de los Cinco.
«Don’t You (Forget About Me)»: un hit en busca de una banda
“El director John Hughes estaba rodando una película llamada The Breakfast Club, y en nuestra compañía discográfica pensaron que sería una buena forma de entrarle al mercado norteamericano”, mencionaba Kerr en la misma entrevista. Todo le sonaba genial a la banda hasta que les mencionaron la otra idea: “Y tenemos una canción para ustedes”. Sí, “Don’t You (Forget About Me).
“Siendo ‘chippy Glaswegians’, dijimos: ¿Qué? No, somos Simple Minds; no hacemos canciones que suenen a Simple Minds. Hacemos nuestras propias canciones”. Pero Findlay, insistió con fueran a ver la película. Se contrató a un cine del West End londinense donde les proyectaron un primer montaje, pero, recuerda Kerr, les importaba “un carajo una historia de colegiales adolescentes americanos”. No los representaba ni sentían que tuvieran mucho que ver con todo aquello.
Para mediados de los ‘80, el baterista Keith Forsey era un reputado compositor de música pop que había trabajado en disocos de Giorgio Moroder y Steve Schiff, guitarrista de la Nina Hagen Band. A sugerencia de Moroder, Forsey había empezado a escribir canciones a principios de los 80: fue coautor de “Hot Stuff”, de Donna Summer, y compartió créditos con Moroder e Irene Cara en “Flashdance… What a Feeling”.
Después de que esta última canción ganara un Oscar en 1984, Hughes se puso en contacto con Forsey para decirle que estaba buscando canciones para su nueva película. Forsey se puso en contacto con Schiff, le dio el guión de Hughes y se pusieron a trabajar. El resultado de aquel trabajo fue “Don’t You Forget About Me)”
Cuando en 1984 le ofrecieron a los Simple Minds grabar «Don’t You (Forget About Me)», lo rechazaron de plano. El director John Hughes había pensado en ellos para una canción de The Breakfast Club. Pero a la banda, que estaba disfrutando de un gran éxito con su reciente y por demás exitoso disco Sparkle in the Rain, no le gustaba la idea de grabar una canción que no habían escrito ellos mismos.

Sin embargo, el manager Bruce Findlay insistía en que se trataba de un pasaporte al éxito en Estados Unidos, y esperaba hacerles cambiar de opinión con una proyección privada de The Breakfast Club en el centro de Londres. Pero, tal como recuerda una nota del Financial Times, una vez pasados los créditos, la respuesta de la banda seguía siendo no.
Forsey le preguntó a Cy Curnin, de The Fixx; a Bryan Ferry; y a Billy Idol, con quien acababa de trabajar en su álbum Rebel Yell, Y todos dijeron que no. Por último, se la ofrecieron a Chrissie Hynde, la cantante de The Pretenders y por entonces esposa Jim Kerr , a quien le encantó la canción pero la rechazó porque estaba embarazada en ese momento.
¿Qué? No, somos Simple Minds; no hacemos canciones que suenen a Simple Minds. Hacemos nuestras propias canciones”.
Jim Kerr
En cambio, Hynde aconsejó a su marido que lo reconsiderara. En 2016, Kerr recordó aquel momento: “Ella no dejaba de insistir diciéndome ‘me gusta la canción’. ¿Cuál es el problema? Finalmente… Keith Forsey me llamó por teléfono y me dijo muy inteligentemente: ‘Soy un gran fan de la banda. ¿Qué tal si paso un par de días contigo? Quizá hagamos algo en el futuro’”.
Y aquello funcionó. Forsey y Kerr congeniaron inmediatamente y concluyó que quizás debieran hacerlo, meterse en el estudio y hacer algo con esa canción que por alguna razón nadie quería grabar. En ese momento, recuerda Kerr, “la canción no era más que una maqueta en un casete estropeado con Keith Forsey cantando sobre unos teclados. No parecía algo que fuéramos a hacer, pero en la sesión de unión con nuestro nuevo mejor amigo lo intentamos”.
Simple Minds le busca la vuelta
“La canción no estaba mal”, acalara Kerr, pero, también era cierto que “no se parecía en nada a la versión que todos conocen, aunque la melodía estaba ahí, la letra también. No estaba mal aquello, pero tengo que ser honesto, no se sentía a la altura de lo que estábamos trabajando en nuestras propias cosas. Así que, lo rechazamos un par de veces, y ellos seguían viniendo a nosotros, la compañía discográfica, la compañía de cine. Cuando conocimos al productor, Keith Forsey, y al director, John Hughes, y hablamos con ellos, comprendimos el contexto y nos sentimos mucho más cómodos con la idea”.
Por su parte, el guitarrista Charlie Burchill recordó que empezaron a prestarle atención a Forsey cuando supieron que había sido baterista de la banda alemana de krautrock Amon Düül II. “(Forsey) no podía creer que nos gustara la música experimental alemana. Pensaba que era algo oscuro que nadie conocía, así que le contamos que todo nuestro primer material se basaba en los mismos ritmos repetitivos y metronómicos. Luego, cuando descubrimos que había tocado todas las baterías electrónicas en los discos que Giorgio Moroder produjo para Donna Summer, incluido I Feel Love, le adoramos. Acabábamos de terminar Sparkle in the Rain, el álbum más grande y grandilocuente que habíamos hecho. Así que cuando llegó el momento de Don’t You (Forget About Me), subí el tono de la introducción con unos acordes potentes. Era casi una caricatura: yo asociaba los acordes potentes con el AOR americano. Pero funcionó”.

“Creo que pasaron unos seis meses entre que nos lo propusieron y lo hicimos, lo cual es irónico, dado el éxito que tuvo”, dijo Kerr en una entrevista de 2018. “Éramos jóvenes y arrogantes. Y cuando se acercaron a nosotros, dijimos: ‘Genial, tenemos toneladas de canciones’. Y ellos dijeron: ‘No, tenemos una canción para ustedes’. Y eso fue, como, ‘Espera un minuto. Hemos escrito nuestras propias canciones, no hacemos canciones de otros’”.
Simple Mind dice que sí
La banda aceptó finalmente hacer su versión de“Don’t You (Forget About Me)”, pero lo hizo casi para sacarse el asunto de encima y seguir con lo suyo. La canción se grabó en una sola tarde. Trabajaron en ella no más de tres horas. Fue idea del cantante añadir el “Hey hey hey” al principio, mientras que el guitarrista Charlie Burchill aumentó los acordes potentes de la introducción, llevando la suave melodía de Forsey a un himno del tamaño de un estadio. Y ese estadio iba a ser nada menos que el JFK Stadium de Filadelfia en circunstancias que nunca habrían imaginado.
Editada como single el 20 de febrero de 1985, Simple Minds tocó “Don’t You (Forget About Me)” por primera vez en vivo el 13 de julio de ese año en el marco del monumental Live Aid, el evento solidario global creado por Bob Geldof para ayudar a Etiopía. En el estadio habían casi cien mil personas, pero la audiencia global llegaba a casi dos mil millones de personas.
Pero volvamos por un momento a la estructura de la canción. Así como la canción empezaba con un largo y enfático ¡hey/hey/hey/hey! Termina con un no menos largo la/la/la/la/la. En otras palabras: la versión de “Don’t You Forget About Me” que arregló y grabó Simple Minds no tenía comienzo ni final. Y a Kerr no le importó. Por fin habían hecho algo con esa canción y ya nadie los volvería a molestar con el asunto. Pero pronto tendrían novedades y de las buenas.
Porque resultó que la canción que se habían hartado de rechazar terminó siendo ese hit global que le daría al cancionero de la banda un viento de cola que hasta el día de hoy sigue impulsando su música. “Don’t You (Forget About Me)” vendió más de siete millones de copias y está incluido en la lista de los 100 singles más vendidos de la historia. Curiosamente, nunca se incluyó en ningún álbum de estudio oficial. Además de la banda sonora oficial de la película, sólo aparece en sus álbumes recopilatorios posteriores. El sencillo ha vendido más de 7 millones de copias y está incluido en la lista de los 100 sencillos más vendidos de la historia.
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«Don’t You (Forget About Me)» finalmente llegó al número 1, convirtiéndose en el único éxito de Simple Minds en Estados Unidos. Kerr se enteró cuando recibió un telegrama mientras trabajaba en las letras del álbum de Simple Minds Once Upon a Time en Niza, Francia. El entusiasmo por el éxito de la canción continuó en el Live Aid de julio de 1985, cuando Simple Minds interpretó la canción en Filadelfia.
Pero “Don’t You (Forget About Me)” hizo algo más importante y fue que por algún motivo por demás misterioso (o no) logró destrabar aquello que tanto le costaba a Simple Mind: escribir una canción que la pegara. Y esa canción fue nada menos que “Alive and Kicking”. Editada el 20 de septiembre de 1985 e incluida en Once Upon a Time, fue el gran éxito que Simple Mind, una banda que se jactaba de tocar solo material propio, siempre buscó y nunca podía encontrar hasta que aceptó hacer esa canción de otro sin saber que en ella se ocultaba la fórmula que tanto buscaba.