¿Llega o se va? Quizás llega, o no. No importa. Jet Love, el flamante y muy buen cuarto disco de Conociendo Rusia es un tratado sobre el amor, donde el amor es, sobre todo, a la música.
Jet Love, el tema que abre el disco homónimo, comienza, como en Back In USSR de Los Beatles, con un avión llegando o partiendo. Pero todo indica, de oído nomás, que está llegando. ¿Acaso importa?
Sí sabemos, y sí importa, que Jet Love, el flamante y muy buen cuarto disco del proyecto musical de Mateo Sujatovich, despega y vuela alto con once canciones que reescriben el canon del formato canción para el siglo XXI.
Grabado en los estudios Sonic Ranch de El Paso, en Texas, Estados Unidos, al parecer muy de moda entre las bandas argentinas de este tiempo, durante casi veinte días, junto al productor Nico Cotton, Jet Love es un viaje de idas y vueltas, arribos y despegues, amores encontrados a veces y desencontrados otras, pero siempre abrazando a la música y su forma mejor lograda: la canción.
Cancionista de este tiempo, la influencia evidente en la música de Mateo Sujatovich es (mucho) más calamaresca que spinetteana. Aunque todos ellos estén presentes en su música, es en Andrés y no tantoen Luis Alberto, Charly García o Fito Páez donde el Ruso busca (y encuentra) su inspiración. En Calamaro, sí, pero ¿en cuál? Es en la geografía estética y sonora del primer Calamaro, quizás el menos comprendido de todos, el Calamaro solista post Abuelos donde casi toda la música de este disco sucede. Por el estilo de sus líricas, por sus melodías y, sobre todo, por su entonación.
Jet Love: ochentoso sí, retro no
Luego de cuatro discos, el debut homónimo de 2018, Cabildo y Juramento (2019), La dirección (2021) y el reciente Jet Love (2024), Conociendo Rusia puede sonar a muchas cosas, pero, a esta altura de su breve pero intensa historia, hay algo que le es propio: el estilo de sus estribillos. Allí es él, se lo reconoce de inmediato y no se le parece a nadie. Y bien sabemos que dominar el estribillo es dominar la canción popular.
Jet Love suena ochentoso, pero no por eso es un disco retro y quizás tenga que ver con lo que Cotton y Sujatovich se encontraron en Texas: «El audio y la paleta de colores son mérito de Nico Cotton, con quien hice tres discos. Me parece que él tenía más cosas en la cabeza que yo cuando llegamos ahí. Y si bien no conocía el estudio, hizo el pedido de los instrumentos que quería. Creo también que los dos veníamos escuchando algunos discos que sonaban ochentosos, como Jack Antonoff, y lo fuimos llevando por ese lado, porque los demos no tenían este sonido», le decía al periodista Marcelo Fernández Bitar, de Clarín.

“Nos dejamos inspirar por los instrumentos que están ahí, nos dieron muchísimo aporte para la estética del disco», reconocía en una nota con Filo News.
Refiriéndose al estudio propiamente dicho, Mateo le decía a Clarín: “Creo que (el estudio) influye mucho cuando usás los instrumentos del lugar (…) Nosotros usamos las baterías de Sonic Ranch, que están espectaculares y son megavintage, con una cantidad de historia encima, y eso aporta a la música”.

En su propio texto de prensa, decía al respecto: “En este disco nos permitimos experimentar con nuevas propuestas sónicas, gracias a que contamos con muchos instrumentos en el estudio (Sonic Ranch) como sintetizadores, hammond, vibráfono, Mellotron, entre otras cosas. Fue una búsqueda muy divertida donde el estudio en sí fue un instrumento más”.
Alguna vez, allá por fines de los 90, Calamaro salió a aclarar su parecido no forzado con Bob Dylan. Quizás algo parecido suceda con Sujatovich respecto del Salmón.
Jet Love, canción por canción
Jet Love, el disco, abre con «Jet Love«, la canción, que abre con el mencionado avión que llega, se va o ¿solo viene pasando sobre nosotros? Cómo sea, la canción comienza post punk, con una base rítmica que reemite a Echo & the Bunnymen, cierto Joy Division o al primer Cure. Todo allí suena a todo eso que Mateo decía que había en Sonic Ranch, los sintes, la batería megavintage y una letra que (nos) recuerda que “a diez mil pies de altura siento que sube la locura la tormenta siempre está por venir”.
“Canciones”, que abre muy Tim Petty con una guitarra rítmica (alguna vez se tendrá que hablar de la presencia de Tom Petty en el rock argentino) es un hermoso homenaje a la forma por excelencia del rock argentino. Un homenaje a las “canciones que te cambian la vida”, a “las canciones que no quieren dejarte”.
“Cinco horas menos» es acaso la más calamaresca de todas canciones del disco. Por todo, por el audio de la base, por su instrumentación, si dudas la que se encontraron en Texas y, no menos evidente, por el modo de resolver líricamente los estribillos. Aquí aparece una de las dos colaboraciones: Natalia Lafourcade.
“Lo mejor” es una canción de despedida al estilo, vaya novedad, Calamaro. Aquí la influencia del Salmón es también actitudinal: Mateo, como Andrés, luce como un perdedor optimista. Ok te fuiste con otro, pero todo estará bien. La canción se parte con un tramo de tono épico a partir de una creciente combinación de cuerdas, teclas y baterías.
“Te lo voy a decir” es cien por ciento Sujatovich. Es el mejor ejemplo de aquello que decimos cuando decimos que logró trascender sus influencias y que reescribe el formato canción del siglo XXI. Es en canciones como esta donde Conociendo Rusia suena como tal.
“El Chacal” es la combinación perfecta de música rusa y lírica calamaresca. Una canción simpática con un arreglo de coros por demás ochentoso.
“Una vuelta más” retoma la idea del viaje como leimotiv con guitarras con (nos) vuelven a recordar a Tom Petty; mientras que “Heridas dulces” al modo cien por ciento Ruso. Una canción que bien podría ser parte de Cabildo y Juramente.
“Chocarnos contra la pared” se mantiene en le modo Petty de comenzar canciones con guitarras rítmicas para empalmar el modo Sujatovich. De a poco, Conociendo Rusia despide a Calamaro del disco.
“Late más” ofrece el segundo y último feat. de Jet Love: el brasileño Tiago Iorc. Dulce y cálida, late a un ritmo muy diferente que el resto del disco.
“Parte de mi” es todo lo épica que puede ser una canción de Conociendo Rusia, con un juego de teclado y una lírica in crescendo que son toda una invitación a los grandes estadios. Quizás sea este el próximo lugar donde aterrice su música. Mateo Sujatovich vuela hacia allí, sin dudas.